martes, 25 de febrero de 2014

Hacia un nuevo paradigma universitario



La UNAM se encuentra en una encrucijada en la que tiene que elegir si seguir en la misma estructura vertical y autoritaria, en la que se sostiene no solo su estructura laboral, sino también su concepto educativo. Ya en otro escrito  hablaba del voto de obediencia que es impuesto desde las altas jerarquías hasta el último profesor, pero lo más grave del caso no es que esta estructura vertical permea la vida del maestro con respecto a sus autoridades, si no que esta misma estructura vertical permea las relaciones del profesor para con los alumnos, siendo estos el último eslabón de un sistema educativo donde el voto de obediencia permea las relaciones humanas, y así los alumnos deben de dar por cierto lo que les dice su profesor quien es la autoridad que dicta lo que se estudia y como se estudia, aparte de asentar una calificación donde clasifica el aprendizaje de los alumnos, reproduciendo en muchas ocasiones la misma estructura de vasallaje a la que es sometido desde arriba.
Los profesores nos quejamos de que estamos a merced de las autoridades en cuanto a nuestra estabilidad laboral, y en cuanto a la repartición de las plazas de carrera, y nos parece aberrante la corrupción, el favoritismo, los grupos de poder y demás aberraciones surgidas de una estructura autoritaria, pero no nos quejamos de que esta misma estructura autoritaria pone a los alumnos a merced nuestra, y así hay profesores que corren a los alumnos de sus grupos, que crean sus grupitos de élite al interior de sus salones, que les venden libros, que los mandan al teatro, que los reprueban a todos, y la estructura de la institución se los permite, ya que es autoritaria vertical y en este verticalismo los alumnos son el último eslabón.
Porque profesores, si queremos cambiar al mundo es desde nosotros mismos y si queremos transformar esta estructura vertical que nos parece injusta por la posición vulnerable que  nos pone frente la autoridad, también debemos de pensar que nosotros reproducimos esta misma estructura dentro del salón de clases y para nuestros estudiantes somos autoridades a quienes la institución pone en nuestras manos y con los cuales muchas veces nos comportamos de manera injusta y hasta corrupta, al igual o peor que nuestras autoridades cuando hablamos de favoritismos y subjetividad en la evaluación de los exámenes de definitividad o de carrera, y hasta cuando hablamos de corrupción y favores sexuales. Y no lo digo por todos pero seamos sinceros: la institución, en su estructura vertical y pavloviana , en la que los alumnos no mueven un dedo si no es por una calificación y los profesores no lo hacen si no es por una constancia ( y si da muchos puntos y causa menos fatiga mejor), nos permite a los profesores, lo mismo que a las autoridades cuando reparten las plazas de carrera o los grupos vacantes, ser subjetivos en la calificación que ponemos y hasta a veces cambiar la calificación por dinero o sexo,  como el famoso caso del profesor de la prepa 9. Y no estoy atacando a nadie en particular ni quiero satanizar a los académicos de la UNAM ya que en su mayoría ejercen su libertad de cátedra con responsabilidad y respeto a la libertad de los otros, pero creo que la “libertad de cátedra” en la UNAM, muy fácilmente puede convertirse en libertinaje si no está sanamente limitada por la libertad de los estudiantes, quienes en esta institución se encuentran a merced de sus profesores.
Libertad de cátedra, idea fundamental en la que está basado nuestro sistema educativo que en parte si, funciona, y la mayoría de los profesores la ejercen de una manera responsable y ética, pero el problema de esta libertad, es que toda libertad debe de tener un límite cuando se relaciona con la libertad de otros y en nuestra institución ese límite lo ponen las autoridades, no los estudiantes, quienes serían los naturales para hacer un equilibrio en una relación dialéctica, y así nos enteramos de que hay profesores que abusan de su autoridad, y no se les hace nada, y otros que si pero se defienden con el sindicato, otros a los que si se les corre o se les quita grupos, etc, pero todo queda en el terreno de la discrecionalidad y de la voluntad de las autoridades y te enteras por las platicas en los pasillos o por los alumnos o nunca te enteras.
Y es que en nuestra institución, cuando uno o varios alumnos tienen algún problema con un profesor y se van a quejar con las autoridades por algún asunto de injusticia en su calificación o corrupción u lo que sea, estas,  actúan de manera discrecional y a veces toman cartas en el asunto y a veces se hacen los desentendidos, y otras veces le llaman la atención al profesor y este se declara acosado por la autoridad y apela al respeto de su libertad de cátedra, quedando los alumnos desamparados. Y es que en la UNAM nos quejamos de que es injusto el sistema que nos clasifica en una lista jerarquizada y en profesores de primera y de quinta, y no queremos que quede en manos de las autoridades la entrega de las plazas de carrera y la entrega de los grupos de asignatura, pero tampoco queremos perder el poder que tenemos sobre nuestros alumnos quienes prácticamente no tienen manera de defenderse de nuestros juicios y de las debilidades humanas propias de cada persona, que salen a relucir en su papel de profesor.
Y es que si queremos cambiar el paradigma universitario debemos empezar por nuestras propias clases, y creo que una buena medida sería en concreto que el Cuestionario de Actividad Docente o CAD tuviera valor real en los puntos de la lista jerarquizada y en la contratación de los profesores, ya que me parece aberrante que la calificación de los alumnos a su maestro quede como adorno dentro de la clasificación que hace la institución entre los académicos. Creo que los estudiantes son los primeros y de hecho los únicos con la autorización plena para calificar a sus profesores, y deben  de tener recursos institucionales para limitar la autoridad del profesor que si bien es necesario que conserve su libertad de cátedra, también es necesario que esta pueda ser restringida cuando afecta la libertad de los alumnos y estos tengan recursos abiertos para poder cuestionar su autoridad y ser sujetos de su propia educación.
Otra propuesta que hago, es que se habrá un muro tipo Facebook en la página del colegio y de las diferentes escuelas de la UNAM, donde con nombre y número de cuenta, o de profesor, o de trabajador, se puedan externar quejas y felicitaciones con derecho a réplica, que no tenga ningún peso jurídico, pero que sirva como conciencia colectiva.
La UNAM debe de renovarse, tal vez si, pero no con criterios absurdos como el límite de edad. Un gran problema del sistema Pavloviano Vertical que nos rige en la UNAM ( entendiendo por Pavloviano en relación a las aportaciones del científico ruso Iván Pavlov a la teoría conductista que descubre que es posible controlar las actividades y deseos de los individuos a través de un sistema de premios, donde las actividades se hacen por la croqueta que nos aparece después de apretar un botón, llegando a ser posible el condicionamiento de los deseos, llegando a sustituir el estímulo a la necesidad en si, y por vertical esta estructura de obediencia heredada de nuestra cultura católica) es que las cosas en esta institución no se hacen necesariamente motivadas por una vocación y ganas de mejorar individual y colectivamente si no que, se estudian licenciaturas maestrías, doctorados y se asiste a diplomados, etc, no por el interés de un mejoramiento como ser humano, si no con el afán de acumular papeles con miras a un mejoramiento económico, y entonces la vocación, que da significado a las cosas que se hacen con el corazón, con la voluntad plena, no son tomadas en cuenta. Y es que es aberrante y burocrático estar pidiendo constancia por todas las actividades que realizas, y yo siento que se llegan a pervertir las actividades académicas, ya que todo lo que se hace está en función de los puntos que me dé la actividad para subir en las listas jerarquizadas o en mis aspiraciones a llegar a ser profesor de carrera o en las diferentes actividades que deben realizar los profesores de carrera para llenar el informe anual que les conserve o les suba su PRIDE. Y con los alumnos no se diga. No hay actividad, por pequeña que sea que no realicen en función de la calificación final, aunque a veces no tenga nada que ver con la materia, como la asistencia a obras de teatro que en pocos programas está justificado, a las que los alumnos asisten felices si eso les da puntos en su calificación final.
Por un cambio en el paradigma universitario, que promueva relaciones más sanas entre los sujetos del proceso educativo. Se debe ceder la libertad a quien no la tiene y quitársela a quien tiene demasiada. Por un equilibrio de fuerzas entre los sujetos del proceso educativo. Por un estudiantado que deje de ser objeto y se convierta en sujeto. Por un profesorado con vocación, no con ambición. Por una Universidad, que promueva relaciones de igualdad entre sus miembros, inalienable condición para relacionarse sinceramente, siendo la sinceridad, una inalienable condición para llegar a la verdad, siendo la verdad, o la persecución infinita de esta, uno de los objetivos que, creo, tiene nuestra universidad. Y como me sugirió mi amigo Antonio Moysen:
“Que espíritu y raza, hablen juntos”

Prof. Fabián González Hernández.

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