La UNAM se encuentra en una
encrucijada en la que tiene que elegir si seguir en la misma estructura
vertical y autoritaria, en la que se sostiene no solo su estructura laboral,
sino también su concepto educativo. Ya en otro escrito hablaba del voto de obediencia que es
impuesto desde las altas jerarquías hasta el último profesor, pero lo más grave
del caso no es que esta estructura vertical permea la vida del maestro con
respecto a sus autoridades, si no que esta misma estructura vertical permea las
relaciones del profesor para con los alumnos, siendo estos el último eslabón de
un sistema educativo donde el voto de obediencia permea las relaciones humanas,
y así los alumnos deben de dar por cierto lo que les dice su profesor quien es
la autoridad que dicta lo que se estudia y como se estudia, aparte de asentar
una calificación donde clasifica el aprendizaje de los alumnos, reproduciendo
en muchas ocasiones la misma estructura de vasallaje a la que es sometido desde
arriba.
Los profesores nos quejamos de
que estamos a merced de las autoridades en cuanto a nuestra estabilidad
laboral, y en cuanto a la repartición de las plazas de carrera, y nos parece
aberrante la corrupción, el favoritismo, los grupos de poder y demás
aberraciones surgidas de una estructura autoritaria, pero no nos quejamos de
que esta misma estructura autoritaria pone a los alumnos a merced nuestra, y
así hay profesores que corren a los alumnos de sus grupos, que crean sus grupitos
de élite al interior de sus salones, que les venden libros, que los mandan al
teatro, que los reprueban a todos, y la estructura de la institución se los
permite, ya que es autoritaria vertical y en este verticalismo los alumnos son
el último eslabón.
Porque profesores, si queremos
cambiar al mundo es desde nosotros mismos y si queremos transformar esta
estructura vertical que nos parece injusta por la posición vulnerable que nos pone frente la autoridad, también debemos
de pensar que nosotros reproducimos esta misma estructura dentro del salón de
clases y para nuestros estudiantes somos autoridades a quienes la institución
pone en nuestras manos y con los cuales muchas veces nos comportamos de manera
injusta y hasta corrupta, al igual o peor que nuestras autoridades cuando
hablamos de favoritismos y subjetividad en la evaluación de los exámenes de
definitividad o de carrera, y hasta cuando hablamos de corrupción y favores
sexuales. Y no lo digo por todos pero seamos sinceros: la institución, en su
estructura vertical y pavloviana , en la que los alumnos no mueven un dedo si
no es por una calificación y los profesores no lo hacen si no es por una
constancia ( y si da muchos puntos y causa menos fatiga mejor), nos permite a
los profesores, lo mismo que a las autoridades cuando reparten las plazas de
carrera o los grupos vacantes, ser subjetivos en la calificación que ponemos y
hasta a veces cambiar la calificación por dinero o sexo, como el famoso caso del profesor de la prepa
9. Y no estoy atacando a nadie en particular ni quiero satanizar a los
académicos de la UNAM ya que en su mayoría ejercen su libertad de cátedra con
responsabilidad y respeto a la libertad de los otros, pero creo que la
“libertad de cátedra” en la UNAM, muy fácilmente puede convertirse en
libertinaje si no está sanamente limitada por la libertad de los estudiantes,
quienes en esta institución se encuentran a merced de sus profesores.
Libertad de cátedra, idea
fundamental en la que está basado nuestro sistema educativo que en parte si,
funciona, y la mayoría de los profesores la ejercen de una manera responsable y
ética, pero el problema de esta libertad, es que toda libertad debe de tener un
límite cuando se relaciona con la libertad de otros y en nuestra institución
ese límite lo ponen las autoridades, no los estudiantes, quienes serían los
naturales para hacer un equilibrio en una relación dialéctica, y así nos
enteramos de que hay profesores que abusan de su autoridad, y no se les hace
nada, y otros que si pero se defienden con el sindicato, otros a los que si se
les corre o se les quita grupos, etc, pero todo queda en el terreno de la
discrecionalidad y de la voluntad de las autoridades y te enteras por las
platicas en los pasillos o por los alumnos o nunca te enteras.
Y es que en nuestra institución,
cuando uno o varios alumnos tienen algún problema con un profesor y se van a
quejar con las autoridades por algún asunto de injusticia en su calificación o
corrupción u lo que sea, estas, actúan
de manera discrecional y a veces toman cartas en el asunto y a veces se hacen
los desentendidos, y otras veces le llaman la atención al profesor y este se
declara acosado por la autoridad y apela al respeto de su libertad de cátedra,
quedando los alumnos desamparados. Y es que en la UNAM nos quejamos de que es
injusto el sistema que nos clasifica en una lista jerarquizada y en profesores
de primera y de quinta, y no queremos que quede en manos de las autoridades la
entrega de las plazas de carrera y la entrega de los grupos de asignatura, pero
tampoco queremos perder el poder que tenemos sobre nuestros alumnos quienes
prácticamente no tienen manera de defenderse de nuestros juicios y de las
debilidades humanas propias de cada persona, que salen a relucir en su papel de
profesor.
Y es que si queremos cambiar el
paradigma universitario debemos empezar por nuestras propias clases, y creo que
una buena medida sería en concreto que el Cuestionario de Actividad Docente o
CAD tuviera valor real en los puntos de la lista jerarquizada y en la
contratación de los profesores, ya que me parece aberrante que la calificación
de los alumnos a su maestro quede como adorno dentro de la clasificación que
hace la institución entre los académicos. Creo que los estudiantes son los
primeros y de hecho los únicos con la autorización plena para calificar a sus
profesores, y deben de tener recursos
institucionales para limitar la autoridad del profesor que si bien es necesario
que conserve su libertad de cátedra, también es necesario que esta pueda ser
restringida cuando afecta la libertad de los alumnos y estos tengan recursos
abiertos para poder cuestionar su autoridad y ser sujetos de su propia
educación.
Otra propuesta que hago, es que
se habrá un muro tipo Facebook en la página del colegio y de las diferentes
escuelas de la UNAM, donde con nombre y número de cuenta, o de profesor, o de
trabajador, se puedan externar quejas y felicitaciones con derecho a réplica,
que no tenga ningún peso jurídico, pero que sirva como conciencia colectiva.
La UNAM debe de renovarse, tal
vez si, pero no con criterios absurdos como el límite de edad. Un gran problema
del sistema Pavloviano Vertical que nos rige en la UNAM ( entendiendo por
Pavloviano en relación a las aportaciones del científico ruso Iván Pavlov a la
teoría conductista que descubre que es posible controlar las actividades y
deseos de los individuos a través de un sistema de premios, donde las
actividades se hacen por la croqueta que nos aparece después de apretar un botón,
llegando a ser posible el condicionamiento de los deseos, llegando a sustituir
el estímulo a la necesidad en si, y por vertical esta estructura de obediencia
heredada de nuestra cultura católica) es que las cosas en esta institución no
se hacen necesariamente motivadas por una vocación y ganas de mejorar
individual y colectivamente si no que, se estudian licenciaturas maestrías,
doctorados y se asiste a diplomados, etc, no por el interés de un mejoramiento
como ser humano, si no con el afán de acumular papeles con miras a un
mejoramiento económico, y entonces la vocación, que da significado a las cosas
que se hacen con el corazón, con la voluntad plena, no son tomadas en cuenta. Y
es que es aberrante y burocrático estar pidiendo constancia por todas las
actividades que realizas, y yo siento que se llegan a pervertir las actividades
académicas, ya que todo lo que se hace está en función de los puntos que me dé la
actividad para subir en las listas jerarquizadas o en mis aspiraciones a llegar
a ser profesor de carrera o en las diferentes actividades que deben realizar
los profesores de carrera para llenar el informe anual que les conserve o les
suba su PRIDE. Y con los alumnos no se diga. No hay actividad, por pequeña que
sea que no realicen en función de la calificación final, aunque a veces no
tenga nada que ver con la materia, como la asistencia a obras de teatro que en
pocos programas está justificado, a las que los alumnos asisten felices si eso
les da puntos en su calificación final.
Por un cambio en el paradigma
universitario, que promueva relaciones más sanas entre los sujetos del proceso
educativo. Se debe ceder la libertad a quien no la tiene y quitársela a quien
tiene demasiada. Por un equilibrio de fuerzas entre los sujetos del proceso
educativo. Por un estudiantado que deje de ser objeto y se convierta en sujeto.
Por un profesorado con vocación, no con ambición. Por una Universidad, que
promueva relaciones de igualdad entre sus miembros, inalienable condición para
relacionarse sinceramente, siendo la sinceridad, una inalienable condición para
llegar a la verdad, siendo la verdad, o la persecución infinita de esta, uno de
los objetivos que, creo, tiene nuestra universidad. Y como me sugirió mi amigo
Antonio Moysen:
“Que espíritu y raza,
hablen juntos”
Prof. Fabián González
Hernández.