martes, 7 de febrero de 2012

La banca.



























LA BANCA4




VICTOR HUGO RASCON BANDA


PERSONAJES


ANGELES:
40 años, mediana estatura, guapa, tez blanca, pelo negro, subgerente de una sucursal.


LAURA:
20 años, delgada, alta, con aspecto de modelo, cajera mixta.


RITA:
25 años, morena, gorda, de baja estatura, mal vestida, cajera principal.


MARÍA:
25 años, morena, simpática, vestida con uniforme azul de una empresa de limpieza.


SRA. WARMAN:
Edad indefinida, mujer rubia, vestida con ropas de calidad.


HOMBRE:
25 años, mediana estatura, delgado, movimientos precisos, como de policía bien entrenado.


Escenografía: Pequeño cuarto dentro de una sucursal bancaria, que sirve de almacén, cocineta y lugar para el reloj checador de la asistencia. El lugar, que se ve limpio y ordenado, tiene piso de mármol, está decorado con muebles de maderas finas. En las paredes hay tres carteles. Uno, ilustrado con una banca de jardín en medio de un prado, dice Venga a nuestra Banca, hablemos de finanzas; otro, con un espejo, dice Hablemos de eficiencia, de cómo mejorar nuestra actitud de servicio; y el otro, con una bella modelo que sonríe, dice Demos nuestra mejor sonrisa. A la izquierda hay una puerta que comunica al pasillo que conduce a los baños y a las cajas de la sucursal. A la derecha, hay una pequeña ventana, muy cerca del techo, con barrotes exteriores, que da a  la calle. Del techo cuelga una bocina. Hay un anaquel que contiene carteles, folletos publicitarios, formatos y artículos de oficina y un estante con decenas de alcancías  con figuras sonrientes de Disney, para el ahorro infantil. Hay una mesa, un sillón, una banca idéntica a la del cartel, un lavabo, una cafetera, vasos, tazas, un estandarte y un pequeño costal negro. Hay un tripié con un pizarrón de avisos que dice El 12 de diciembre esta sucursal permanecerá cerrada. Reanudamos labores el 13. ¿Ya invirtió su aguinaldo?. El reloj checador tiene nueve tarjetas de asistencia, marca las 8:30 horas. Arriba de él hay un calendario de hojas desprendibles en el que  se lee Dic. 9 viernes.

ESCENA I

8:30

El lugar está iluminado sólo por la luz exterior que entra por la ventana. Se escuchan voces y ruidos simultáneos que provienen de la sucursal.
·         ¡Cuidado!
·         ¡Cierren la puerta!
·         ¡No se muevan!
·         ¡Al piso, al piso!
·         ¡La cortina, rápido!

Se escuchan tres disparos y gritos de mujeres. Silencio largo. Se abre la puerta y tres mujeres son empujadas violentamente al interior. La puerta se cierra. Una de las mujeres localiza el interruptor de la luz y la enciende. Las tres mujeres se miran entre sí, con el miedo en el rostro.

RITA:
Nos van a matar.
LAURA:
Cállate, por favor.
ANGELES:
¿Vieron al policía?
LAURA:
No le pasó nada.
RITA:
Ayúdanos, Diosito Santo…
ANGELES:
Hay que estar tranquilas.
RITA:
¿Qué vamos a hacer?
LAURA:
Esperar y ya.
RITA:
Vamos rezando.
ANGELES:
Qué rezar ni que nada. (Mira la ventana.) Asómate a la calle.

Rita sube a una mesa y mira por la ventana.
RITA:
Nadie se ha dado cuenta. (Pausa.) Hay un carro negro enfrente…Y un policía en la esquina, en el puesto de tortas.
ANGELES:
Rompe el vidrio y grítale

LAURA:
¡Estás loca! ¿Quieres que nos maten?

Rita baja.

RITA:
Me quiero ir. ¿No será esto una pesadilla?
ANGELES:
Yo tomé un curso el año pasado para hacer frente a estas cosas. Lo primero es guardar la calma. ¿Me entienden? No cometer errores, hay que observarlos bien y tratar de grabarnos en la mente su aspecto y sus movimientos. Eso es todo. Y esperar. No oponer resistencia. Ellos están más nerviosos que nosotras. Cualquier cosa puede provocar una tragedia. Vamos a esperar aquí, tranquilas, ¿de acuerdo? (Va al lavabo y  sirve dos vasos de agua. Se los ofrece.) Tomen un poco de agua y respiren hondo, tres veces. (Laura toma el vaso y lo deja a  un lado. Rita bebe todo su contenido, atragantándose.) No va a pasar nada, nada. De veras, nada.
RITA:
San Cayetano, te apuesto y te gano…
LAURA:
Reza en voz baja, por favor.
ANGELES:
¿Qué pasaría con los demás?
LAURA:
Los metieron en el baño.
ANGELES:
¿Cómo cuántos serán?
RITA:
Yo conté cinco.
LAURA:
Eran tres, nada más.
ANGELES:
Afuera debe haber otros, vigilando.
RITA:
¿Te fijaste cómo entraron? Como si estuvieran entrenados.
ANGELES:
Han de ser judiciales.
RITA:
Yo alcancé a pisar el botón de la alarma silenciosa.
ANGELES:
Yo también.
LAURA:
Ojalá que no venga nadie. Nos puede tocar un balazo.
ANGELES:
¿Qué estarán haciendo?
LAURA:
No han de estar haciendo cola, ¿verdad?


Pausa. Se oye el sonido de un teléfono.

RITA:
El teléfono
LAURA:
¿Qué?
RITA:
Está sonando el teléfono. Van a sonar todos y nadie los va a contestar.
ANGELES:
Creerán que llegamos tarde.
RITA:
O que el gerente no llegó a abrir.
ANGELES:
Los de cambios siempre llaman a esta hora para dar la cotización  del dólar. Si nadie contesta, van a notar algo raro.

El teléfono deja de sonar. Rita camina inquieta.

RITA:
Quiero ir al baño.
ANGELES:
Aguántate.
RITA:
Ya no puedo. ( Se dirige a la puerta.)
LAURA:
No salgas. ¿Quieres que te disparen?
RITA:
Es que ya me anda. (Se pasea de un lado a otro.)
ANGELES:
Hazte en este rincón.
RITA:
Como crees…

Rita duda, luego corre al rincón, se levanta la falda, se baja las pantaletas y se  sienta en cuclillas. Laura se mueve alejándose de ella. Se acerca a Angeles.

LAURA: 
¿A ti ya te había tocado otro asalto?
ANGELES:
Nunca.
LAURA:
¿Siempre has trabajado en bancos?
ANGELES:
Sólo en este. Llevo nueve años. Ojalá que esto no me perjudique.
LAURA:
No veo porqué.

ANGELES:
Es que a fin de mes me van a promover a la plaza del gerente. A él lo van a liquidar.
LAURA:
Felicidades.
ANGELES:
Gracias. Hay que ponernos de acuerdo en lo que vamos a decir.
LAURA:
Nosotras no tenemos la culpa de nada.

Rita termina de orinar y cubre los orines con carteles que toma del anaquel.

ANGELES:
Es que tú no sabes cómo son los de la Contraloría. Pero a ti te consta. Yo no les abrí Alguien dejó  la puerta abierta.
LAURA:
Fue el policía.

Rita se lava las manos en el lavabo.

RITA:
No fue él. Yo vi cuando cerró.
LAURA:
Fue él. Cuando tú entraste, se asomó a la calle y luego se metió al baño, dejando la puerta abierta.
ANGELES:
¿Y porqué no cerraste?
LAURA:
Iba  a hacerlo, pero en eso entraron.

Rita se sienta en el sillón y reza en voz alta.

RITA:
San Cayetano, te apuesto y te gano que esto va a salir muy mal…
San Cayetano, te apuesto y te gano que nos van a matar…
ANGELES:
Cállate. No estés rezando tonterías.
RITA:
Tú sabes. Por eso te pasan cosas. Por descreída. San Cayetano es muy milagroso. Por eso hay que rezarle al revés, para que nos gane la apuesta…

Se abre la puerta y aparece un hombre con una metralleta colgada en el hombro izquierdo y con la cabeza cubierta con una media. Arrastra el cuerpo de un policía bancario hasta un rincón y sale, cerrando la puerta. Angeles y Rita se le acercan. Laura se aleja, con miedo.



ESCENA II

8:40

ANGELES:
¡Jesús…! (Se acercan más.)
RITA:
¿Respira…. ?
ANGELES:
No. No se mueve.
RITA:
Está muerto. Está muerto…

Rita llora. Angeles la abraza.

ANGELES:
No lo mires.

Angeles sienta a Rita en la banca. Luego toma tres carteles del anaquel y con ellos cubre el rostro del policía y parte de su cuerpo.

RITA:
Pobrecito.
ANGELES:
Descanse en paz.
RITA:
Tan joven…
ANGELES:
El banco protegerá a sus hijos.
LAURA:
A lo mejor no les pagan ni el seguro.
RITA:
Malditos rateros. Si quieren dinero, cómo no se ponen  a trabajar. Porqué se les ocurrió venir aquí, precisamente.
LAURA:
Te preocupa el dinero del banco, como si fuera tuyo.
ANGELES:
¿A ti no te importa que lleguen y con la mano en la cintura se lleven todo?
LAURA:
Ese dinero no es nuestro. Millones van, millones vienen. Pasan por nuestras manos
¿y qué? ¿Qué nos queda? Las manos sucias o alguna enfermedad. Detesto el ambiente de los bancos.
RITA:
Dirás lo que quieras, pero el ambiente de los bancos es muy bonito.

LAURA:
Tan bonito…. que ya ves. (Mira el cuerpo del policía. Pausa.) Esto es como una cárcel. No nos dejan traer pantalones, ni que se maquille uno como quiere.
ANGELES:
Eso era antes. Ahora con el Sindicato…
LAURA:
El Sindicato…
ANGELES:
¿Entraste por el Sindicato o por el banco?
LAURA:
¿Es lo mismo, no?
ANGELES:
No, no es lo mismo.

Rita mira fijamente el cuerpo del policía.

RITA:
Miren…. miren… Se está moviendo.
ANGELES:
No digas tonterías.
RITA:
Se  movió . Lo vi clarito.

Angeles se le acerca, levanta un cartel, le mira el rostro y lo vuelve a cubrir.

ANGELES:
Así se mueven los difuntos, ya no lo mires. Voltea para otro lado.

Rita sigue mirando el cuerpo.

RITA:  
Uno no es nada en la vida. Hace rato todavía estaba vivo. Hasta me preguntó que de qué iba  a querer mi torta de las doce.
ANGELES:
Voltea para otro lado. (Angeles se acerca a la cafetera.) ¿Quieren un café?
LAURA:
Yo no, gracias.
RITA:
Ni yo. Me pongo más nerviosa. Pero si hubiera unas galletitas…

Angeles coloca varias galletas en un plato y se las pasa. Rita come apresuradamente,  sin masticarlas ni saborearlas.

RITA:
Los nervios me dan un hambre…
ANGELES:
Ojalá que no pasen la noticia por el radio. Mi mamá está muy delicada.
LAURA:
¿Vives con ella?
ANGELES:
Siempre hemos vivido juntas.
RITA:
Es tan posesiva que no la deja casarse.
ANGELES:
Tú qué sabes. Siempre me dijo que esto iba a pasar algún día.
LAURA:
Pues ya se le hizo.
ANGELES:
Pero aquí no va a pasar nada. Todo va a salir muy bien ya verán. Después, cuando nos acordemos de esto, hasta nos vamos a reír. Y yo voy a contar cómo te orinaste de miedo.
RITA:
Vas a ver, Angeles.
LAURA:
Ya. Que termine pronto. Qué estarán haciendo.
ANGELES:
Han de estar en las cajas de seguridad.
RITA:
Con que no vengan a molestarnos.
LAURA:
Y todo por un dinero que no es nuestro.
RITA:
Tienes razón. Es que el dinero está muy mal repartido.
LAURA:
¿Hasta ahora te das cuenta? Somos unas imbéciles. Aquí como máquinas viendo pasar los billetes ajenos. Viendo cómo se multiplican y van a dar a las mismas cuentas.
ANGELES:
Ya párale, ¿no? Yo no sé cómo pasaste la entrevista en personal. Hasta has de ser comunista.
LAURA:
Aquí adentro es muy bonito el ambiente, ¿no? Mármoles. Maderas finas. Alfombras. Plantas verdes. Pero nada nos pertenece. A nosotras nos dejan lo de afuera. Las tortas de la esquina. El sudor del metro.
RITA:
Estás equivocada. Tenemos préstamos para coches y para casa.
LAURA:
Sí,  después  de una chinga de cinco años. De no faltar. De no robar. De sonreír.
ANGELES:
Estás muy equivocada. Lo que pasa es que acabas de entrar y todavía no te has puesto la camiseta del banco.
LAURA:
El mundo del banco es una ficción. Afuera hay otro mundo.
RITA:
Yo creo que tienes razón. Ahora mismo renuncio.

ANGELES:
No digas tonterías.
RITA:
No quiero que me maten.
ANGELES:
Nadie te va a matar.
RITA:
¿Y qué le pasó a Jesús? Hoy mismo renuncio. Vas a ver.
ANGELES:
No seas tonta. Laura no es gente de bancos. ¿Cómo te vas a ir ahora que te van a ascender? Tú vas a ocupar mi lugar.
RITA:
Bueno, a lo mejor no renuncio. Estoy atada con tantos préstamos. Pero sí me regreso al corporativo.
ANGELES:
Allá no hay incentivos y hay que trabajar en las tardes.
RITA:
No me importa. ¿Cómo se me ocurrió venirme a esta sucursal? Yo estaba muy bien allá. Si algo me pasa tú serás la culpable. ¿Por qué me obligaste?
ANGELES:
Nadie te obligó. Te viniste porque te conviene. Allá eras casi una afanadora. Aquí eres gente.

ESCENA III

8:45

Se abre la puerta y María es empujada dentro. Todas la miran. Ella les sonríe.

MARIA:
Buenos días… (Nadie responde, María las observa.) ¿Ni tan buenos, verdá?
ANGELES:
¿Dónde estabas?
MARIA:
Me escondí debajo del mostrador, pero esos canijos me encontraron. ¿Qué bárbaros, no? No se miden.
LAURA:
¿Qué están haciendo?
RITA:
¿Viste a los muchachos?
MARIA:
No, los tienen en el baño. Mejor nos hubieran encerrado a todos juntos, ¿no? Digo, siquiera para platicar un poco.
ANGELES:
Cómo se te ocurre.
RITA:
¿No tienes miedo?
MARIA:
¿De qué? Para empezar, el dinero no es mío. En segunda, a mí qué me pueden quitar. Sólo que este uniforme (ríe), o la escoba. (Vuelve a reír.)
ANGELES:
¿Y si te matan?
MARIA:
Si me han de matar mañana, que me maten de una vez. O como dice  José Alfredo Jiménez. Total, la vida no vale nada.
RITA:
No juegues, María.
MARIA:
¿Quién está jugando? ¿Saben qué?, la verda, estos chavos parecen buena onda.
ANGELES:
Son unos ladrones.
RITA:
Unos asesinos.
MARIA:
Uno de ellos se quitó la cosa esa de la cara y lo vi.
LAURA:
¿Lo reconociste?
MARIA:
¿Cómo iba a reconocerlo, si nunca lo había visto?
ANGELES:
¿Y cómo era?
MARIA:
La verdá, la verdá… era bien guapo.
ANGELES:
Estás loca.
MARIA:
De veras. Es un cuero de chavo. Se parece a uno que sale en esa telenovela, ¿cómo se llama? Corazón salvaje, esa. Sí. Ahora que me acuerdo son iguales. ¿ No serán hermanos?
RITA:
Cómo crees. Los actores son gente decente. No van a tener familiares asaltantes.
ANGELES:
En las familias hay de todo.
RITA:
¿Y cómo era?
MARIA:
Tenía los ojos verdes. La boca así, ay, así, como muy padre. Con dientes blancos, como de anuncio y unas pestañotas negras, como de mujer y una nariz, así muy, este, como de artista, y se me quedó mirando. Yo, la mera verdá, me quede de a seis, como idiota, ¿Cómo puede haber gente así, tan guapa? Ahora que me acuerdo tenía una mirada triste, muy triste. Me dieron ganas de darle un beso. En eso se tapó la cara. Se enojó. Me apuntó con la pistola. Yo creo que me iba a matar, pero se arrepintió. Me agarró del brazo, muy fuerte y me trajo arrastrando hasta acá. (Se acaricia el brazo.) Me dejó un moretón. (Les muestra el brazo.) Miren. Todavía me duele.
ANGELES:
No hay que tener miedo. No nos va a pasar nada. Hay que guardar la calma y pensar en nuestros familiares. Para tener valor.
MARIA:
¿Y yo en quién voy a pensar?, díganme.
ANGELES:
¿No tienes familia?
MARIA:
Tenía. Allá por el pueblo, pero hace mucho que ni los veo. A lo mejor ya ni tengo.
RITA:
Pero tendrás a alguien. ¿No eres casada?
MARIA:
Ay, cómo cree. Ni novio, ni marido tengo. Me dejan luego.
ANGELES:
Por algo será.
MARIA:
La verdá quien sabe. Si soy retebuena onda. Los trato bien, los apapacho, les hago su comidita, sus cariñitos, siempre estoy de buenas. Pero siempre me dejan. ¿Porqué será?
LAURA:
Por eso, porque les das todo.
ANGELES:
Me ponen nerviosa con tanta plática. Mejor cállense.
MARIA:
Es que tiene miedo.
ANGELES:
¿Y tú no?
MARIA:
Los pobres no tenemos miedo. Ni a los asaltantes, ni a los policías. ¿Qué nos pueden quitar? Yo no le tengo miedo a nadie, ni al diablo.
RITA:
¿Ni a Dios?
MARIA:
¿A Dios? Pues cuando era chica sí le tenía miedo, pero después, cuando crecí y me di cuenta de las cosas, ya no. Total, si existe el cielo, allá nos encontraremos todos, ¿o no?
ANGELES:
Será en el infierno.
MARIA:
Pues viera que tampoco el infierno me da miedo. No ha de ser más duro que lo que vive uno acá.
RITA:
Te vas a condenar por pensar esas cosas.
MARIA:
¿Condenar? ¿Quiere más condena que trabajar como burro todo el santo día para poder comer? Yo, para vivir tengo tres trabajos. (Suspira) Lástima que no quede tiempo para vivir la vida, para disfrutarla, cuando se puede, ¿no creen? Para qué trabajar tanto me digo a veces, y me arrepiento, si luego un día, de repente uno se va a morir, nomás que suba otra vez la contaminación. Vamos a caer todos como cucarachas fumigadas. O ahora aquí. ¿Qué tal si nos matan los tipos esos? Por que se  me hace que de esta no vamos a salir vivas.
LAURA:
¿Ya párale, no?
MARIA:
Bueeeno, algunas  si van a salir vivas.
LAURA:
¿Qué quieres decir?
MARIA:
Saldremos vivas usté y yo, que no le tenemos miedo a la muerte. (Mira a Angeles y a Rita) Pero ellas dos, con sus miedos están llamando a la muerte. Mírelas, están temblando (Ríe) ¿No que muy machas? Así las quería ver. (Vuelve a reír.) Qué risa me da.
LAURA:
O sea que a ti te vale.
MARIA:
En peores peligros he andado metida. La pesera que me lleva al metro, la asaltan a cada rato. Y a mí me han puesto las navajas y los picahielos aquí (señala el cuello), y acá, (señala su estómago). Una vez se les fue la mano y me hirieron aquí. (Se descubre el estómago, levantándose la blusa y abriendo el uniforme.) Miren, todavía tengo la cicatriz. Pero me voy a seguir poniendo crema de concha de nácar, hasta que se me borre. En el metro me han robado muchas veces. Y en la colonia, allá por Neza, donde vivo, cada rato me corretean los violadores. Yo creo que soy la única que se les ha ido viva. ¿Cómo la ven? Los asaltantes a mí no me asustan. ¿Qué puedo perder? No tengo casa, ni carro, ni cuentas en los bancos, ni dinero bajo el colchón. Puras deudas. Eso si tengo. A todo el mundo le debo. Mejor que me maten. Así no tendré que pagarle a nadie. (Ríe) El coraje que les va a dar a todos los que les debo, cuando les digan. “¿Saben qué?, pues vayan a cobrarle al panteón”, Ja, ja (Ríe.)
LAURA:
¿Y por que no tienes novio?
MARIA:
Ganas no me faltan, digo. Pero a veces pienso que más vale la sola que mal acompañada. No es cierto, es mejor desvestir borrachos que vestir santos. (Mira a Angeles.) Aunque no quisiera quedarme toda la vida solterona, como usté. Se vuelve uno muy amargada, ¿o no? (Angeles le da la espalda. Se separa de María.)
MARIA:
La verdá es que por lo pronto estoy sola, pero no va a ser por mucho tiempo. Ya le tengo echado el ojo a alguien que ustedes conocen.
RITA:
¿Quién es?
MARIA:
Oh…pues ya lo verán, cuando nos vean salir juntos de la sucursal.
ANGELES:
Ya cállate, por Dios.
MARIA:
Cálleme si puede. Usté ya no puede darme órdenes. Aquí, ahora, todas somos iguales, ¿o no?
ANGELES:
No.
MARIA:
Bueno, pues a lo mejor no. Porque unas son más rajonas, como ustedes. (A Rita y a Angeles.) Y otras, como la seño Laurita y yo, que somos de otra madera (A Laura), ¿verdá que usté no le tiene miedo a nada?
LAURA:
Tengo, pero me lo aguanto.
MARIA:
No. Yo veo en sus ojos que usté está algo preocupada, pero que no tiene miedo.
LAURA:
Tú que sabes.
MARIA:
Es que yo soy medio bruja. Adivino cosas. Nací con el don. (Se hace un silencio tenso. María lo rompe.) Oigan…¿No sienten hambre? A mí se me está antojando algo. Unas tortas de tamal y un atole de fresa, de esos que venden en la esquina. Es que  a esta hora me entra un hambre, porque desde las cuatro ando en pie, sin nada en la panza. Ahorita me debe estar extrañando Don Lupe, el de los tamales. Aunque ya no me quiere fiar.
ANGELES:
Deja de decir tonterías.
MARIA:
O sea como quien dice, aquí está prohibido platicar.
ANGELES:
No es el momento.
MARIA:
¿Porqué no? Nunca platicamos.
RITA:
La verdad es que trabajamos aquí todos y no nos conocemos. Somos como extraños.
MARIA:
Déjenme que les cuente. Cuando yo trabajaba en Bancomer, nos pasó una cosa muy chistosa, un día…
ANGELES:
Otro día nos cuentas tu vida, ¿sí?
MARIA:
¿Y quien le dijo que va a haber otro día? De esta no vamos a salir vivas.
RITA:
Que la lengua se te haga chicharrón.
MARIA:
(Goza con sus malos augurios.) Nos van a matar.
ANGELES:
Te matarán a ti, para que no los identifiques. Tú les viste la cara.
MARIA:
Tienen miedo. ¿No que muy valientes?
ANGELES:
¿Quieres callarte, por Dios?
MARIA:
Cálleme, si puede.
ANGELES:
Te voy a reportar a Prolimp, para que te corran.
MARIA:
Yo no soy de Prolimp. Yo soy de Máximo en limpieza.
ANGELES:
Pues de donde  seas. Aquí no vuelves.
MARIA:
Ni caso le van a hacer. Yo soy muy amiga de Don Máximo, el dueño. Si hasta somos del mismo pueblo. Allá por Zacatlán.
ANGELES:
No me interesa tu biografía.
MARIA:
Aunque quiera correrme, no se le va a hacer. De aquí va salir usté con las patas por delante.
ANGELES:
Qué vulgar eres.
MARIA:
Y ya que estamos platicando, quiero saber una cosa. ¿Por qué me tiene tirria? ¿Yo qué le he hecho? ¿Porqué nunca me contesta el saludo, eh? ¿Por qué siempre me reclama cosas? Desde que llegue a esta sucursal me trae de encargo. Qué todo está sucio. Que no barro bien. Que las plantas se secan por mi culpa. Que se pierden las cosas. Que yo me robé sus mugres aretes. ¿Ya chole, no?, ¿Qué le hice, a ver?
LAURA:
Por favor María, ya.
MARIA:
Usté no se meta (A Angeles.) A mi se me hace que le dan celos, porque platico con Pepe. ¿A usté le gusta Pepe, verdá? ¿Cree que no me he dado cuenta cómo lo mira? Se le cae la baba. Pero él ni en cuenta…
ANGELES:
Tú estás realmente loca.
MARIA:
(Ríe con cierto desquiciamiento.) Todos estamos locos.
RITA:
Pero tú más.
MARIA:
¿Ah? ¿Qué estamos jugando competencias? (Ríe.)
LAURA:
Por favor, María. Ya párale. Cuando salgamos de esto, aclaras todo con Angeles y ya.
MARIA:
Está bien, pero la próxima vez que esta vieja me diga algo, la voy  a esperar a la salida y le voy a dar una arrastrada por la calle, que se va acordar de mí toda la vida. Y óinganme bien todas. Se acabó para siempre aquella María que conocieron. “Sí, señorita”. “Lo qué usté diga señorita”. “Cómo no”. “Con mucho gusto”. “Ahorita  mismo”. “Claro que sí”.  (Pausa.) Eso se acabó. (Pausa.) Les voy  a pedir trabajo a los asaltantes. Me voy a ir con ellos, y todas ustedes me la van a pagar. Ya verán…



ESCENA IV

8:50

Se abre la puerta y entra el Asaltante. Las tres mujeres se alejan temerosas. El Asaltante observa el lugar y la ventana. Mira el costal de plástico negro que está en el anaquel.

ASALTANTE:
¿Qué es eso?
ANGELES:
Es morralla. La íbamos a recontar…
ASALTANTE:
Ábralo.

Angeles carga el pesado costal, lo abre y lo coloca sobre la mesa. El Asaltante mira el interior y mete la mano izquierda, hurgando, entre las monedas. Saca un puñado de monedas de cobre y níquel de baja denominación y las arroja sobre la mesa. Observa el techo y descubre una bocina.

ASALTANTE:
¿Y eso?
ANGELES:
Es el Muzak, el servicio de música ambiental.
LAURA:
Está conectado a todas las sucursales. Trabaja de nueve a una y media.
ASALTANTE:
¿Y el gerente?
ANGELES:
Va a llegar tarde. Fue a un desayuno con un cliente.
ASALTANTE:
¿Quién conoce la combinación de la bóveda?
ANGELES:
Nadie.

El Asaltante la toma por la blusa y la acerca violentamente a su rostro.

ASALTANTE:
Cómo de que nadie.
LAURA:
La cajera principal.

El Asaltante suelta  a Angeles y se dirige a Laura.

ASALTANTE:
¿Quién es? (Pausa.)

RITA:
Yo.
ASALTANTE:
¿Puede abrir la bóveda?

Rita asiente con los ojos y la boca abierta.

ASALTANTE:
¿A qué hora llega la camioneta blindada?
ANGELES:
Entre ocho y media y nueve.

El Asaltante la empuja contra la estantería de las alcancías, que ruedan. Le habla con rudeza, encañonándola con la metralleta.

ASALTANTE:
¿A qué horas, exactamente?
ANGELES:
A más tardar a las nueve, o un poco antes.
ASALTANTE:
¿Por qué no ha llegado?
ANGELES:
Es que primero entrega en otras sucursales y los viernes hay mucho tráfico.
ASALTANTE:
(A Laura.) ¿Es cierto eso?
LAURA:
Sí.
ASALTANTE:
¿Quién la recibe?
LAURA:
El gerente o la cajera principal. La camioneta pita tres veces y el policía les abre.
ASALTANTE:
(A Rita:) Usted les va a abrir.
RITA:
¿Yo?
ASALTANTE:
Primero abrirá la bóveda. Vamos.

Rita no se mueve. Mira asustada al Asaltante.

ANGELES:
Ve por favor, Rita. Tranquila.
RITA:
¿Voy?
ANGELES:
Atiende al señor en todo lo que pida. No va a pasar nada.


RITA:
Si me pasa algo, recoge mis cosas, están en la caja. Y avisa a mi esposo.
ANGELES:
Recuerda, respira hondo, varias veces.

Rita sale seguida del Asaltante que cierra la puerta. Angeles empieza a recoger las alcancías y a colocarlas en su lugar.
Pausa larga. Laura, Angeles y María se acercan a la puerta para escuchar lo que pasa en el interior de la sucursal.

MARIA:
¿La irán a matar?
ANGELES:
¿Cómo se te ocurre?
MARIA:
Es que si no hay dinero en la bóveda, se van a enojar.
LAURA:
Dinero hay.
ANGELES:
Bueno, no mucho. El Banco de México no permite que se quede mucho efectivo.
LAURA:
Pero hay onzas de plata y centenarios…
MARIA:
Yo con una bolsita de centenarios me conformaba.
ANGELES:
Cuidado con lo que dices, ¿eh?
MARIA:
Desear no es pecado ni delito ¿o sí?

Se abre la puerta y entra Rita.

ANGELES:
¿Les abriste?
RITA:
Sí. Están poniendo las bolsas junto a la puerta.
ANGELES:
Hubieras hecho sonar la alarma.
LAURA:
¿Y no te importa lo que hubiera pasado?
ANGELES:
Tienes razón. No hay que cometer errores.



ESCENA V

8:55

VOZ DE MUJER:
No me toque, no me toque…

Se abre la puerta y una mujer es empujada dentro. Es la Señora Warman, vestida con ropas finas y joyas de alto valor.

SEÑORA:
Imbéciles…
ANGELES:
¿Está bien?
SEÑORA:
¿Cómo diablos voy a estar bien?
LAURA:
¿Quién es usted?
SEÑORA:
Soy la Señora Warman de López. Supongo que conocen al Sr. Facundo López.
ANGELES:
El señor López es cliente de esta sucursal.
SEÑORA:
Claro que sé  que es cliente de esta sucursal.
LAURA:
¿Y usted como entró?
SEÑORA:
Mi esposo tocó la puerta. Yo estaba detrás de él. La puerta se abrió. Entramos y nos topamos con dos tipos con la cara cubierta.
ANGELES:
¿Y el señor López está bien?
SEÑORA:
Lo metieron al baño.
RITA:
¿Y qué andan haciendo aquí tan temprano?
SEÑORA:
El Gerente invitó a Facundo a desayunar. Bueno, eso me dijo…Yo necesitaba hablar con mi esposo y vine a alcanzarlo.
ANGELES:
Es cierto. El Gerente iba a desayunar hoy con un cliente.
SEÑORA:
¿Y cómo es que dejan entrar clientes antes de abrir la sucursal? ¿No está prohibido?
ANGELES:
El señor López es un cliente especial.
SEÑORA:
¿Y qué clase de cuentas tiene aquí mi marido?
ANGELES:
Su tarjeta de crédito.
SEÑORA:
¿Qué más?
ANGELES:
Y su cuenta maestra.
SEÑORA:
¿Nada más?
ANGELES:
Creo que sí.
SEÑORA:
¿Segura?
ANGELES:
(A Laura y a Rita.) ¿Ustedes saben si tiene otras cuentas?
LAURA:
Yo no sé nada.
RITA:
Yo tampoco.
LAURA:
Aunque creo que también tiene una cuenta de inversiones.
SEÑORA:
Ah, ya veo. (A Angeles.) Así que usted me estaba mintiendo.
ANGELES:
Yo no miento, señora.
SEÑORA:
¿Cuántas tarjetas de crédito tiene?
ANGELES:
La tradicional, la dorada y las adicionales de usted.
SEÑORA:
¿Segura?
ANGELES:
Creo que sí.
SEÑORA:
¿Y a nombre de quién está la cuenta maestra?
ANGELES:
A nombre de la empresa López y Warman, S.A.
SEÑORA:
¿Y la de inversiones?
ANGELES:
A su nombre personal.
SEÑORA:
Quiero ver eso.
LAURA:
¿Ah, sí? ¿Y qué más?
SEÑORA:
Usted cállese. (A Angeles.) Quiero ver los expedientes.

ANGELES
Pero señora. No podemos salir.
SEÑORA:
Terminando este asalto, usted me va a mostrar todas las cuentas de mi marido.
LAURA:
No es posible, señora.
SEÑORA:
¿Ah, no? ¿Por qué usted lo dice?
LAURA:
El secreto bancario no nos lo permite.
RITA:
Es cierto. El secreto bancario…
SEÑORA:
Yo soy la esposa legítima, señoritas…¿No lo han entendido?
ANGELES:
Se las mostraré cuando estos señores  se vayan.
SEÑORA:
¿Y la caja?
ANGELES:
¿Cuál caja?
SEÑORA:
La caja de seguridad de mi marido.
ANGELES:
Aquí no hay cajas de seguridad, señora.

La señora saca una llave de su bolso y se la muestra.

SEÑORA:
¿Y esta llave?
ANGELES:
(La mira.) Es de una caja de seguridad, pero debe ser de otra sucursal.
SEÑORA:
Es de ésta, señorita.
RITA:
De veras, señora. No todas las sucursales tienen cajas de seguridad.
SEÑORA:
(A Angeles.) ¿De donde es esta llave?
ANGELES:
Ya le dije que no es de aquí.
SEÑORA:
¿De donde es entonces?
ANGELES:
No sé.
SEÑORA:
¿Porqué estaba en el maletín deportivo de mi marido?
RITA:
A lo mejor, alguien se la echó en el club.
SEÑORA:
¿Qué club?
RITA:
El club a donde va su marido, supongo. Seguramente alguien la encontró cerca de su locker y se la echó al maletín.
SEÑORA:
¿Me cree tan tonta para creer eso?
LAURA:
Crea lo que quiera:
RITA:
¿En que otro banco tiene cuentas su marido?
SEÑORA:
Sólo en éste. No he visto que le lleguen estados de cuenta de otros bancos.
LAURA:
Seguramente se los mandan a un domicilio secreto. A veces pasa.
SEÑORA:
( A Laura, Rita y Angeles.) Ay de ustedes, si me están mintiendo.
ANGELES:
Más tarde puede hablar con el gerente, si quiere. Él le puede confirmar lo que le estamos diciendo.
SEÑORA:
¿Ustedes son sus cómplices, verdad?
RITA:
A mí no me meta. Yo ni conozco a ese señor.
LAURA:
Yo tampoco, eh…
MARIA:
Y yo menos. Yo nunca lo había visto por aquí.
SEÑORA:
(A Laura.) Usted. ¿qué puesto tiene?
LAURA:
Soy la cajera mixta.
SEÑORA:
(A Rita.)  ¿Y usted?
RITA:
Soy la cajera principal.
SEÑORA:
(Se acerca a María.) ¿Y usted? Ni lo diga. Usted es la de la limpieza.
MARIA:
Sí, y a mucha honra. ¡O es acaso delito trabajar en eso?
SEÑORA:
(A Rita.) ¿Alguna mujer acompaña a mi marido, cuando viene aquí?
RITA:
Sepa…
SEÑORA:
(A Laura.) ¿Y usted, con quién lo ha visto? (Laura no responde) ¡Conteste!

LAURA:
No me grite, señora.
SEÑORA:
Claro que le grito, usted aquí no es más que una empleada.
LAURA:
Pues usted aquí ni a cliente llega. Así, que vámonos respetando. Vieja loca.
SEÑORA:
Qué barbaridad. Hoy mismo les vamos a cancelar todas las cuentas. ¿Y así tratan a todos los clientes?
ANGELES:
Usted empezó la agresión.
SEÑORA:
¿Cómo es posible que mi marido tenga sus cuentas aquí y no en Bancomer o en Banamex? Esos si son bancos.
RITA:
No sabe lo que dice.
SEÑORA:
Claro que lo sé. Así como hay clases sociales, todavía hay bancos de primer mundo y bancuchos tercer mundistas.
LAURA:
Mire señora. Vale más que se calle. Ya me está hartando.
ANGELES:
Cálmate Laura. La señora Warman está un poco alterada. Todos estamos un poco nerviosos.
LAURA:
(A la señora.) Lárguese al banco que le dé su gana. A ver donde la aguantan. Vieja histérica.
SEÑORA:
No me insulte.
ANGELES:
Por favor, Laura.
RITA:
No te dejes, Laura.
MARIA:
Sí, sí, no se deje, Laurita.
SEÑORA:
Pero qué bueno que ya se firmó el Tratado de Libre Comercio. Ya verán cómo les va a ir con los bancos extranjeros. Esos sí son bancos. En cuanto llegue la banca extranjera nos cambiaremos al Chase Manhatan Bank o al Credit Lyoness.
RITA:
¿Al qué?
SEÑORA:
¿No sabe lo que es Credit Lyoness?
RITA:
Fíjese que no. Es que no hablo japonés.
SEÑORA:
Qué incultura, por Dios. Es francés. ¿No sabe usted que es el mejor banco del mundo?
RITA:
Es que yo nunca he ido a Europa.
MARIA:
Ni yo tampoco. Nomás a Uruapan.
ANGELES:
No exagere, Señora. Tanto como el mejor…
SEÑORA:
Ojalá que llegara a este mugriento país la banca alemana, también. Entonces sí sabrían lo que es un banco. Porque los alemanes todo lo saben hacer bien. ¿Han oído hablar del Roterdammm Bank o del Munichken Bank?
RITA:
No.
SEÑORA:
¿Y cómo quieren competir con la banca extranjera? Van a tener que cerrar este changarro. (Mira a su alrededor.) Miren nomás. Qué desorden, qué suciedad. ¿Y esto es un banco?
ANGELES:
Esta es sólo una bodega.
SEÑORA:
Pero estamos adentro de un banco.
LAURA:
Aquí no tiene acceso el público.
MARIA:
Ya, señora…
SEÑORA:
Usted cállese.
MARIA:
Es que se pone en un plan…
SEÑORA:
En que líos se mete una por andar en sucursales de esta clase.
MARIA:
Ultimadamente. Para qué siguió a su marido.
SEÑORA:
Para que me explicara lo de esta llave.
ANGELES:
Ese es un asunto privado de ustedes.
LAURA:
Aclare las cosas con su marido, en su casa.
SEÑORA:
Es difícil. Nunca coincidimos.
MARIA:
Ay, señora, la mera verdá, es que pobre señor, con una mujer como usté, pues tiene que huirle.
SEÑORA:
Usted no se meta.
LAURA:
Usted está loca.
SEÑORA:
Vale más que no me busque…
ANGELES:
(A Laura.) Por favor, Laura.
LAURA:
¿No se da cuenta que estamos metidas en un problema…?
SEÑORA:
Claro que me doy cuenta.
LAURA:
Pues no agrave las cosas.
SEÑORA:
¿Qué clase de banco es éste?
ANGELES:
Es como cualquier otro.
SEÑORA:
Hay ladrones afuera, gente robando.
RITA:
Cualquier banco puede ser asaltado.
SEÑORA:
Fíjese que no. Los buenos bancos tienen medidas de seguridad y personal especializado.
RITA:
¿Para qué se preocupa? Todos los bancos están asegurados; los clientes no se perjudican.
SEÑORA:
Cómo de que no. ¿Y si nos golpean? ¿Y si nos toca una bala perdida? ¿Y si nos matan?
LAURA:
Quien se lo manda por andar espiando a su marido.
SEÑORA:
Eso  a usted no le interesa. (Pausa.) Hoy mismo nos cambiamos de banco.
RITA:
Hágalo. A ver en que otro banco la tratan muy bien y le dan las mejores tasas. Aquí hay atención personal. Aquí no hay colas, aquí es persona, no un número, como en los bancos grandes. Cámbiese.
SEÑORA:
Claro que lo haré.
ANGELES:
Y vamos a ser mejores.
SEÑORA:
¿Ah, sí?
ANGELES:
Es que tenemos ahora un nuevo programa de optimización de crédito.
RITA:
Y otro de modernización de nuestras operaciones.
MARIA:
Y hasta pusieron un sistema Juan.
ANGELES:
Se dice Wang, María.

MARIA:
Pues ése. Aunque es una lata limpiar las pantallas, porque son re delicadas.
SEÑORA:
Pues aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
MARIA:
 (A la señora.) ¿Le puedo hacer una pregunta?
SEÑORA:
¿Acerca de qué?
MARIA:
¿Sabía que los asaltantes son también secuestradores?
SEÑORA:
No le entiendo.
MARIA:
¿Qué a ustedes los pueden secuestrar para pedir rescate?

La señora Warman se pone nerviosa.

SEÑORA:
No creo que se atrevan.
MARIA:
¿Por qué no? Cuando sepan que ustedes son clientes y que tienen mucho dinero, van a querer secuestrarlos.
SEÑORA:
¿Y quién te dijo que nosotros teníamos mucho dinero?
MARIA:
¿Pues qué no tiene una empresa y que usté es muy, muy, y de que se va a cambiar a
un banco de otro país, y de que las arañas…?
SEÑORA:
 (A Angeles.) Ordénele a la Señora que no me esté agrediendo.
ANGELES:
Por favor, María. Deja a la señora en paz.
MARIA:
¿Y yo qué digo? Si la secuestran que la secuestren, ¿no? A mí me vale.
SEÑORA:
Dígale que no me esté amenazando.
LAURA:
Nadie la está amenazando.
SEÑORA:
¿No la oyeron? Es una ave de mal agüero.
LAURA:
Ya cállese.
SEÑORA:
Les voy  a pedir un favor a todas. Algún día se los pagaré. Es más, si ustedes me ayudan, puedo hablar con el director del banco, es muy amigo de una amiga mía de Jalisco. Puedo recomendarlas a todas para que las promuevan. Pero por favor, tienen que ayudarnos. Si esa gente pregunta por nosotros, díganles que somos sus familiares, que vinimos a visitarlos.
MARIA:
¿Familiar de usté? Mejor perro…
SEÑORA:
Pueden decirles que vinimos a pedir informes sobre el SAR, esa cosa del ahorro o del retiro que están anunciando.
RITA:
No se la van a tragar.
SEÑORA:
Bueno, díganles que nos llamamos de otra manera. Yo seré la Señora Lupita Pérez de Sánchez.
LAURA:
¿Para qué?
SEÑORA:
Tengo que ocultar quienes somos. Imagínese si se enteran que vivimos en Las Lomas.
ANGELES:
No se preocupe, ya no tardan en irse. A ellos les interesa la bóveda, nomás.
SEÑORA:
Bien me lo  decía mi horóscopo esta mañana.
LAURA:
¿Usted cree en eso?
SEÑORA:
¿Porqué no?
LAURA:
Quien la viera.
SEÑORA:
Yo no debía salir hoy. Me lo dijeron las cartas, ayer.
MARIA:
Además  hoy es martes trece…
SEÑORA:
Ay, Dios, qué horror.
LAURA:
¿Ya cállese, sí?
SEÑORA:
Sí, sí, perdón. En momentos como éste todos debemos unirnos y demostrar nuestra solidaridad, ¿verdad? Todos debemos ayudarnos. Darnos la mano. Me gustaría ser amiga de ustedes. ¿Qué dicen? ¿Me aceptarían una invitación a comer o a cenar a mi casa? ¿O un café?
MARIA:
¿Yo también puedo ir?
SEÑORA:
(La mira con desagrado.) Sí claro, por qué no…(A las otras.) Podríamos jugar. ¿Les gustan las cartas…?
MARIA:
Sólo las de amor…Ja…ja…ja…
SEÑORA:
Les propongo una cosa: ¿Amigas todas?

MARIA:
¿Yo también?
SEÑORA:
Por supuesto. La amistad no tiene barreras. ¿Irán a mi casa?
RITA:
Sí, Señora Warman.
SEÑORA:
No, no. Yo soy la Señora Sánchez. ¿De acuerdo?
ANGELES:
Sí, Señora.
SEÑORA:
No lo olviden.
MARIA:
Sí, señora Guarman…digo, Señora Sánchez o ¿cómo dijo que le dijiéramos?
SEÑORA:
Señora Sánchez. Simplemente, Señora Sánchez..

ESCENA VI

9:15

Vuelve a sonar el teléfono. Las mujeres lo miran. Se abre la puerta y entra el Asaltante. Se acerca a Angeles.

ASALTANTE:
¿Cuántos teléfonos hay?
ANGELES:
Tres.
LAURA:
Hay seis.  
ASALTANTE:
¿Tres o seis?
RITA:
Déjeme ver, uno, dos, tres, cuatro…
MARÍA:
Es que hay tres líneas y cada una tiene una extensión. O sea que son seis aparatos.
ASALTANTE:
(A Angeles) ¿Es cierto eso?
ANGELES:
Sí, señor.

El teléfono sigue sonando.

ASALTANTE:
(A Laura) Contesta.
LAURA:
¿Para que?
ASALTANTE:
¡Qué contestes!

Laura toma la bocina con nerviosismo.

LAURA:
¿Bueno? (Pausa) La sucursal Vallejo. (Pausa.) Laura Sánchez. Soy la cajera principal. (Pausa.) No sé… (Pausa) No sé…(Pausa.) A lo mejor más tarde…

Laura cuelga la bocina.

ASALTANTE:
¿Quién era?
LAURA:
Hablaron de la matriz.
ASALTANTE:
¿Qué querían?
LAURA:
Nada.
ASALTANTE:
¿Cómo que nada?
LAURA:
Preguntaron si ya había llegado la camioneta blindada.
ASALTANTE:
¿Nada más?
LAURA:
ASALTANTE:
¿Segura?
LAURA:
Ya le dije que sí.

Vuelve a sonar el teléfono. Angeles levanta la bocina.

ANGELES:
¿Bueno…? Sucursal Vallejo, buenos días… (Pausa.) Habla Angeles Rincón… La subgerente. (Pausa.) En este momento no lo puedo atender…(Pausa.) Tenemos un pequeño problema…(Pausa.) Hable más tarde, por favor… Gracias. ( Angeles cuelga)
ASALTANTE:
¿Para qué le dijiste que había un problema?
ANGELES:
¿No tenemos problemas?
ASALTANTE:
No te quieras pasar de lista.
LAURA:
Por favor, Angeles…

Vuelve a sonar el teléfono.

ASALTANTE:
(A Laura.) Contesta, tú. (Laura toma la bocina.)
LAURA:
¿Sucursal Vallejo…a sus órdenes? (Pausa.) Hable más tarde por favor…(Pausa.) En una hora…(Pausa.) Sí vamos a abrir, pero… es que estamos haciendo un recuento…O sea. (Pausa.) Es que la camioneta de dinero no ha llegado y como no tenemos efectivo, para que vamos a abrir. (Pausa.) Un rato nada más… No sé. (Pausa) Una hora, mas o menos. (Pausa.) Hasta luego.
ASALTANTE:
¿Quién era?
LAURA:
Un cliente. Estaba hablando de la esquina.
ASALTANTE:
¿Qué quería?
LAURA:
Saber por qué no hemos abierto.
ASALTANTE:
Si alguien vuelve a llamar, dile que hoy no van abrir.
ANGELES:
No podemos decir eso.
ASALTANTE:
¿Por qué no?
ANGELES:
La Comisión Nacional Bancaria no permite que las sucursales se cierren sin que un día antes se avise a los clientes.
ASALTANTE:
La Comisión no se va a enterar.
RITA:
Cualquier cliente puede reclamar.
ASALTANTE:
Que reclamen. Ya no estaremos aquí.
LAURA:
Haremos lo que ustedes quieran.
ASALTANTE:
Más les vale…

Suena el teléfono. Angeles toma la bocina. El Asaltante se la quita y se la pasa a Laura.

ASALTANTE:
Sólo ella va a contestar ¿entendido?
LAURA:
Sucursal Vallejo, buenos días…(Pausa.) Laura Sánchez, a sus órdenes. (Pausa.) ¿Quién? (Pausa.) ¿Cómo dice? (Pausa.) Un momento por favor.

Laura mira a sus compañeras, con miedo, luego al asaltante.

ASALTANTE:
¿Qué pasa?
LAURA:
Es Radio Red.
ASALTANTE:
¿Qué quieren?
LAURA:
 Una entrevista.
MARÍA:
Qué padre…
ASALTANTE:
¿Con quién?
LAURA:
 No sé…
ASALTANTE:
¿Cómo que no sabes?
LAURA:
No me dijeron.
ASALTANTE:
¿Saben que estamos aquí?
LAURA:
No sé.

Pausa. El Asaltante se decide a tomar la bocina.

ASALTANTE:
¿Bueno…? (Pausa.) ¿Cómo dice? (Pausa.) Aquí no está pasando nada. (Pausa.) Soy el gerente (Pausa.) El gerente. (Pausa) Aquí no hay ningún asalto, ¿qué le pasa? (Pausa.) ¿Quién le dijo eso? (Pausa.) Les tomaron el pelo. (Pausa.) Pues vengan a ver. (Pausa.) ¿Cómo pasa a creer eso? Les jugaron una broma (Pausa.) Por favor… Llame más tarde, ahora tengo mucho trabajo. (Pausa.) Llame después…

El Asaltante cuelga. Mira a Angeles.

ASALTANTE:
¿Tienen un radio?
ANGELES:
Sí, allá está.
ASALTANTE:
Préndelo en Radio Red.

Angeles se acerca al radio. Lo enciende. Se escucha música tropical. Luego va pasando varias estaciones que difunden anuncios y noticieros.

ANGELES:
No sé donde es.
MARÍA:
Es cerquitas de Radio Fórmula.
ANGELES:
¿Y dónde es Radio Fórmula?
MARÍA:
Cerquitas de Radio Mil.
RITA:
Yo sé donde es…
ANGELES:
Localízala tú.

Rita pasa varias estaciones.

RITA:
Aquí estaba, en el 1060. ¿Qué pasaría?
SEÑORA:
No es en el 1060. Es en el 1110.
RITA:
Es el 1060.
SEÑORA:
Es en el 1110. Mi marido la oye siempre.

Rita sintoniza el 1110. Se escucha la voz de un locutor.

LOCUTOR:
…Parece que todo ha sido una broma de un radioescucha ocioso. En fin… En estos momentos son las nueve de la mañana con treinta minutos y diez segundos. (Se escucha una llamada.) ¿Sí…? ¿Cuál es su nombre?
VOZ EN RADIO:
Juan González.
LOCUTOR:
Dígame…
VOZ EN RADIO:
Es por el asunto ese del banco o sea de la sucursal.
LOCUTOR:
¿De dónde llama?
VOZ EN RADIO:
Estoy en la esquina de la sucursal. Algo raro está pasando adentro. Están cerradas las puertas y las cortinas.
LOCUTOR:
¿A que hora llegó usted a la sucursal?
VOZ EN RADIO:
Como a las nueve o nueve pasaditas.
LOCUTOR:
¿Vio llegar a los empleados?
VOZ EN RADIO:
No.
LOCUTOR:
¿Nota usted algo raro?
VOZ EN  RADIO:
¿No le digo? No sé ve nada. ¿Y qué más raro que no la hayan abierto?
LOCUTOR:
Oigame. ¿Y no habrán cambiado la sucursal a otra parte? Digo, ya ve usted que con eso de la privatización bancaria, pues ha habido muchos cambios…
VOZ EN RADIO:
No, no… Ayer estuve adentro. Cambié un cheque y nadie me dijo nada.
LOCUTOR:
¿Usted es cliente de la sucursal?
VOZ EN RADIO:
¿Cómo dice?
LOCUTOR:
Que si usted es cliente habitual de esa sucursal.
VOZ EN RADIO:
¿O sea que si tengo cuentas?
LOCUTOR:
Sí, cuentas…
VOZ EN RADIO:
No, cuentas no tengo, pero sí voy seguido a cambiar cheques.
LOCUTOR:
Mire, señor González, ya intentamos hacer contacto con el gerente de la sucursal, pero nos mandó a volar. Dijo que estaba muy ocupado.
VOZ EN RADIO:
Vuelva a insistir.
LOCUTOR:
Cómo no, lo que usted diga.
VOZ EN RADIO:
O sea, no se moleste, digo, que tal si no era el gerente.
LOCUTOR:
Él dijo que era el gerente.
VOZ EN RADIO:
¿Y si era un asaltante?
LOCUTOR:
Pues sí, ¿verdad? Gracias por su llamada, señor González. Volveremos a insistir después de estos mensajes. (Se escuchan en el radio tres anuncios y la señal de identificación de la radiodifusora. El asaltante sale.)
LAURA:
Esto se está complicando.
RITA:
¿Tú crees…?
LAURA:
¿No lo estás viendo? Pinche gente metiche.
MARÍA:
No le conocía esa boquita.

SEÑORA:
Ojalá que la policía se dé cuenta.
ANGELES:
O que los de Radio Red la llamen.
LAURA:
¿Para qué?
SEÑORA:
Para que vengan y se lleven a esa gente.
LAURA:
¿No sé da cuenta? Si llega la policía va a haber un tiroteo.
MARÍA:
Ay, qué padre, como en las películas.
LAURA:
Podemos salir heridas.
ANGELES:
Laura tiene razón. Mejor que terminen el asalto en paz y que se vayan.
LAURA:
Y hay que obedecerlos en todo.
RITA:
Bueno, no en todo. ¿Qué tal si quieren violarnos?
LAURA:
No seas tonta, vinieron a robar, no a violar.
RITA:
Quién sabe, manita. El otro día hubo un asalto en el edificio donde vivo. Se metieron en la madrugada a un departamento. Amarraron a toda la familia, al señor, a la señora, a los dos hijos, a la sirvienta y a la abuelita. Y después de robar violaron a todas las mujeres.
ANGELES:
¿A la abuelita también?
RITA:
A todas.
SEÑORA:
¿No  les digo? Si son unos degenerados.
LAURA:
Los asaltantes de bancos son otra cosa.
ANGELES:
Son lo mismo.
LAURA:
Esta es gente entrenada, que viene por el dinero, nada más, para quitárselo a los ricos. Los que asaltan casas son gente de otro tipo.
MARIA:
¿Y tú como sabes eso?
SEÑORA:
Ahora nos sale con que es experta en asaltos. ¿O estudió psicología?
LAURA:
Lo leí en una revista.

Suena el teléfono. Nadie contesta, sólo lo miran, asustadas. Entra el Asaltante y levanta la bocina.

ASALTANTE:
¿Bueno? (Pausa.) Sucursal Vallejo…A sus ordenes…El gerente…

Angeles le sube el volumen al radio.

LOCUTOR:
Hemos recibido dos llamadas, avisándonos que algo raro pasa en esa sucursal.
ASALTANTE:
Aquí no pasa nada.
LOCUTOR:
¿Con quién tengo el gusto?
ASALTANTE:
Soy el gerente, a sus órdenes.
LOCUTOR:
¿Me puede decir su nombre, por favor?…
ASALTANTE:
Este sí, Jorge López, a sus órdenes…
LOCUTOR:
¿Está abierta la sucursal, señor López?
ASALTANTE:
Este, no, por el momento.
LOCUTOR:
¿Hay algún problema?
RITA:
(Grita) ¡Nos están asaltando!

Laura tapa la boca de Rita. Las dos forcejean. Angeles la ayuda a inmovilizarla. La llevan a un rincón.

LOCUTOR:
¿Qué fue eso, señor López?
ASALTANTE:
Este, fue una broma. Es que mi secretaria es muy bromista.
LOCUTOR:
¿Podría pasármela, por favor?
ASALTANTE:
¿Qué desea?
LOCUTOR:
Quisiera hablar con su secretaria.
ASALTANTE:
 Acaba de irse al tocador. Si quiere llámele más tarde. ¿Se le ofrece algo más?
LOCUTOR:
Le preguntaba yo si había algún problema ahí.

ASALTANTE:
No, ningún problema.
LOCUTOR:
¿Y por qué no han abierto?
ASALTANTE:
La sucursal está abierta.
LOCUTOR:
Acaban de llamar dos personas, desde la esquina, diciendo que la sucursal está cerrada.
ASALTANTE:
Debe tratarse de otra sucursal o de otro banco.
LOCUTOR:
¿A qué sucursal y de qué banco estamos hablando?
ASALTANTE:
Esta, esta es la Sucursal Lindavista  de Bancomer.
LOCUTOR:
¿En qué domicilio se encuentra?
ASALTANTE:
En Lindavista.
LOCUTOR:
¿En qué calles?
ASALTANTE:
En Peñoles y Martínez Domínguez.
LOCUTOR:
¿Podría pasarme una empleada por favor?
ASALTANTE:
¿Para qué?
LOCUTOR:
 Para checar la información.
ASALTANTE:
Ya le dije que estamos ocupados. Ya no esté dando lata.

El asaltante cuelga.

LOCUTOR:
Bueno, bueno…Colgó. Bueno, pues como puede que sí, puede que no. Que extraño gerente, ¿no? Normalmente los gerentes son amables, cordiales. Claro, para que uno no se vaya a otro banco, pero éste tiene un carácter, que qué bárbaro. Bueno, para que se enoje más voy a intentarlo otra vez… Cinco, doce, treinta y cuatro, quince… Ya está.

Se escucha en el radio el sonido de un teléfono llamando que se duplica con el sonido del teléfono que está cerca.

ASALTANTE:
(A Laura.) Contesta. Di que todo está bien y que yo salí. Y que ya no esté dando lata.
LAURA:
Sucursal Vallejo, buenos días…

LOCUTOR:
Perdone, señorita, ¿con quién hablo?
LAURA:
Con Laura Sánchez.
LOCUTOR:
¿Es empleada de esa sucursal?
LAURA:
Sí, soy la cajera mixta.
LOCUTOR:
¿Está abierta la sucursal?
LAURA:
Sí, señor.
LOCUTOR:
¿Cómo se llama el gerente?
LAURA:
…(Mira al Asaltante)
LOCUTOR:
¿Está usted ahí?
LAURA:
Sí, señor.
LOCUTOR:
¿Cuál es el nombre del gerente?
LAURA:
Jorge López…
LOCUTOR:
¿Está ahí con usted?

El Asaltante hace señas con la cabeza negando.

LAURA:
No, señor.
LOCUTOR:
Cómo de que no. Si acabo de hablar con él.
LAURA:
 Si está señor, pero está en otro escritorio atendiendo un cliente..
LOCUTOR:
¿Un cliente? ¿No será un asaltante?
LAURA:
Ay, no señor, por qué dice eso.
LOCUTOR:
Pues algo raro está pasando en esa sucursal. Ya van tres personas que han llamado reportando que la sucursal está cerrada.
LAURA:
Está abierta, señor.
LOCUTOR:
Segura.

LAURA:
Segura.
LOCUTOR:
Bueno, si usted lo dice… Hable al gerente, por favor.
LAURA:
Se le ofrece algo más.
LOCUTOR:
Quisiera hablar con otra empleada.
LAURA:
¿No podría llamar más tarde? Estamos muy ocupadas, señor, es la hora pico de la sucursal.
LOCUTOR:
¿La hora pico?
LAURA:
Sí, sí. Las colas están muy lentas y largas.
LOCUTOR:
¿Hay muchos clientes en la sucursal?
LAURA:
Los de siempre señor… Perdone, pero estoy muy ocupada. Voy a colgar.
LOCUTOR:
No cuelgue, por favor… Páseme al gerente o a una cajera o a quien sea.
LAURA:
Todo mundo está ocupado, señor.
LOCUTOR:
Páseme al policía de la puerta.
LAURA:
No puede descuidar el servicio.
LOCUTOR:
Páseme entonces a algún empleado de la limpieza.

María alza la mano.

LAURA:
No hay ninguno por aquí, Señor.
LOCUTOR:
¿No? ¿Por qué?

María sigue alzando la mano y haciendo señas. Es evidente que quiere hablar.

LAURA:
La limpieza se hace en la tarde o muy temprano, cuando no hay clientes.
LOCUTOR:
Qué raro, yo he visto empleados de limpieza, pero en fin.
LAURA:
Disculpe, pero voy a colgar. Llame más tarde…

Laura cuelga.

LOCUTOR:
Colgó…Pues ojalá que la policía nos esté escuchando. No estaría mal que se dieran una vueltecita por la esquina de Vallejo y Robles Domínguez. Vamos a unos mensajes.
MARIA:
Ya ni la haces Laura. Quería hablar conmigo y no me lo pasaste…Cómo serás.

El Asaltante apaga el radio. Luego se acerca al teléfono y jala el cable, desconectándolo. Lo arroja al suelo.

ASALTANTE:
Se acabaron las llamaditas…(Mira el radio.) Y el radio. (Se acerca, lo apaga, lo desconecta y lo arroja al piso.) Nadie lo toque.

El asaltante sale.

ANGELES:
Va a llegar la policía.
SEÑORA:
La policía siempre llega tarde.
RITA:
San Cayetano, te apuesto y te gano que no va a llegar…
MARIA:
Ojalá que no venga.
ANGELES:
Estás loca.
MARIA:
Es que se va a acabar la diversión.
RITA:
Pues qué divertida nos estamos dando.
MARIA:
Pues yo sí. Nunca me había pasado algo tan emocionante. Y eso que no me dejaron contestar el teléfono.
SEÑORA:
Qué bueno que lo desconectó, ya me estaba poniendo nerviosa.
RITA:
Por qué me taparon la boca.
ANGELES:
No hay que provocar a esos hombres.
RITA:
A mí se me hace que el locutor no se la tragó.
LAURA:
Pues ojalá y sí, porque si llega la policía nos va peor.
MARIA:
Ay, no sean así. Si  vuelven a llamar, yo quiero contestar.
LAURA:
Ya nadie va a llamar.
MARIA:
Y tú como lo sabes.
LAURA:
¿No viste? Ya no hay teléfono.

María recoge el teléfono del suelo y trata de conectarlo. Angeles se lo impide.

ANGELES:
Deja eso.
MARIA:
Yo sé componer teléfonos. Van a ver.
ANGELES:
¿No escuchaste al tipo ese?
MARIA:
Qué lástima. Yo quería hablar por Radio Red. Muchas veces he intentado llamar, pero siempre está ocupado.
LAURA:
Llamar para qué.
MARIA:
Pues para opinar o para callarle la boca a todos esos funcionarios rateros que van al programa. El otro día fue el presidente municipal de Neza y dijo unas mentirotas. Que ya nos había echado el agua y el pavimento y la luz y que ya no había violencia, ni robos, ni nada. Bueno si hasta parecía que estaba hablando del paraíso. Yo quise hablar para preguntarle de que colonia estaba hablando, por lo que es la mía, no era…Luego en otra vez, entrevistaron a Juan Ferrara y yo quería oír su voz, que me mandara un saludo o un beso, cuando menos, y nada, nunca entró mi llamada. Yo…
SEÑORA:
Los programas a veces no son en vivo.
MARIA:
Es que son bien mulas. Nomás pasan las llamadas de sus paleros. Qué casualidad que a los funcionarios entrevistados nadie los critica, a ver.
LAURA:
Es que esos programas no son de teléfono abierto, como aquél programa que había,¿cómo se llamaba?, de un periodista que censuraron. Francisco Huerta, creo.
SEÑORA:
Qué bueno. Nomás se la pasaba criticando.
ANGELES:
Ahora está en Radio Educación.
MARIA:
¿Y donde está esa estación? Mejor que se cambie  a la estación del Barrilito o a la Tropi Q. No, no, mejor a radio Consentida. Esa sí es buena. En la noche hay un programa que  se llama Los Adoloridos. ¿No lo han oído?
SEÑORA:
Yo no oigo esas tonterías.
MARIA:
Ay no. Es bien padre. Ahí dan consejos a todos los adoloridos y les ponen su canción. Yo antes llamaba mucho pidiendo consejos y me inventaba unas historias, que mi novio me había dejado embarazada, que mi marido me había dejado por mi mejor amiga o que estaba enamorada de dos al mismo tiempo y no podía dejar a ninguno. Hasta que me cacharon y ahora no me toman la llamada. Luego, luego reconocen mi voz.

                                                     ESCENA VII

9:45

María hace una señal de silencio.

MARIA:
Sh…¿Escuchan?
ANGELES:
Yo no oigo nada.
MARIA:
Es una sirena de policía.
LAURA:
Debe ser una ambulancia.
SEÑORA:
Cállense. Es la policía.

Se escucha lejana una sirena de policía que se acerca, luego se oye otra, hasta completar siete sirenas que se acercan a la sucursal, la rodean y producen gran ruido. Cesan las sirenas y de la calle llega la voz de un hombre a través de un megáfono.

VOZ POLICIA:
Despejen la zona, despejen… Por favor, señores, retírense, retírense de ahí… Despejen, despejen… Ese auto rojo, no se detenga, no se detenga… Por favor, señores, retírense… Aléjese… Quiten esos autos, despejen… despejen
ANGELES:
Por fin, llegaron.
SEÑORA:
Gracias a Dios.
MARIA:
Fueron los de Radio Red. Bola de chismosos.
LAURA:
Ahora sí se chingó esto.
VOZ DE POLICIA:
Atención, señores de la sucursal… atención. Sé que me están escuchando… Les habla el Comandante Galindo… Sabemos lo que está pasando adentro… Les proponemos un trato… Vale más que se entreguen… Salgan con las manos en alto… No opongan resistencia… Afuera hay decenas de patrullas… Acérquense a la patrulla más cercana … Salgan con las manos en alto… Es inútil oponer resistencia… Les damos tres minutos para que dejen sus armas y salgan con las manos en alto… Que los empleados se queden dentro… No habrá represalias… Las manos en alto… Tienen tres minutos…

Las mujeres se miran entre sí.
ANGELES:
Vamos a ponernos en ese rincón.
(Angeles corre a un rincón, las demás no se mueven.)
Vengan, puede haber tiros…

Laura, Rita y la Señora se colocan junto a Angeles. María se acerca sigilosa a la ventana.

LAURA:
Ven acá.
MARIA:
Yo esto no me lo pierdo…

María se sube a la banca para alcanzar a ver hacia afuera, a través de la ventana. Angeles se levanta, se le acerca y la obliga a bajar.

ANGELES:
No seas tonta. Te pueden confundir con un asaltante.

Angeles la lleva hasta el rincón.

MARIA:
Yo quiero ver. Esto se está poniendo buenísimo…
ANGELES:
Hay que sentarnos en el piso.

Todas se sientan. Parecen niñas escondidas en un rincón.

RITA:
¿Se irán a entregar?
ANGELES:
No les queda otra.
LAURA:
Como si fuera tan fácil.
SEÑORA:
Ojalá llegaran los soldados. Esos si no se andan con juegos.
LAURA:
¿Para que nos maten a todas?
SEÑORA:
Esos asaltantes deben ser policías entrenados.
LAURA:
¿Cómo crees?
SEÑORA:
Qué casualidad que la policía no había llegado antes.
VOZ POLICIA:
Atención, por favor… Señores de la sucursal… Ya transcurrió el tiempo… Los tenemos completamente rodeados… No intenten nada… Tenemos rodeada la zona… Dejen sus armas en el suelo y salgan con las manos en alto… No dispararemos… Serán trasladados sin represalias… Entréguense… Con las manos en alto… Salgan…
MARIA:
Apuesto mi quincena a que no se entregan.
RITA:
Se van a entregar.
SEÑORA:
Se tienen  que entregar.
MARIA:
¿Quién le entra a mi apuesta? Quincena contra quincena.
ANGELES:
Déjate de juegos.
MARIA:
Ándele señora, anímese. Mi quincena contra su gasto. Se entregan o no se entregan.
SEÑORA:
Pero esta mujer está loca, cómo se le ocurre…
MARIA:
¿Nadie le entra? Ay, pero que rajadas son todas. Parece que están amargadas…
VOZ POLICIA:
Atención… Atención… Señores de la sucursal… Queremos llegar  a un acuerdo… Vamos a llamar por teléfono… Tomen la llamada… Si desean negociar que el jefe tome la llamada… Queremos proponerles un trato… Tomen la llamada… Que el jefe responda…

Pausa larga. Ninguna habla ni se mueve. Se escucha el sonido de dos teléfonos que suenan simultáneamente dentro de la sucursal. Los teléfonos dejan de sonar como si los hubieran contestado.

LAURA:
Ya contestaron.

Laura se levanta, se acerca a la puerta, y pone la oreja pegada a la puerta para escuchar lo que pasa en la sucursal. María y Rita también se levantan y la imitan. Larga pausa.

ANGELES:
¿Se escucha algo?
MARIA:
Están hablando.
SEÑORA:
¿Qué dicen?
RITA:
No se oye bien.
LAURA:
Están discutiendo.
ANGELES:
Pero qué dicen.
LAURA:
Que no se van a entregar.
MARIA:
Están pidiendo algo.
LAURA:
Quieren unos rehenes.
MARIA:
Ay, pues que se los den ¿no?
SEÑORA:
Los rehenes somos nosotras, idiota.
MARIA:
Pues yo si me voy con ellos.
RITA:
Ya se enojaron.
MARIA:
Les dijo que se vayan a la chingada.
SEÑORA:
Majaderos.
LAURA:
Están pidiendo más cosas.
ANGELES:
Qué cosas.
LAURA:
Quieren dos camionetas blindadas.
RITA:
Y que se vaya la policía.
MARIA:
Que no los sigan.
ANGELES:
¿Qué se han creído?
SEÑORA:
¿O sea que se dan el lujo de poner condiciones?
RITA:
Ya no se oye nada.

Larga pausa.

LAURA:
Parece que se acercan 

Laura, Rita y María se separan de la puerta y se colocan en el rincón junto a la Señora y Angeles. Se abre la puerta y entra el asaltante con un teléfono en la mano. Se acerca a Angeles.

ASALTANTE:
Quieren hablar con usted. Dígales que se encuentran bien.

Angeles toma el teléfono, con nerviosismo.

ANGELES:
¿Bueno? (Pausa.) Sí señor… Soy Angeles Rincón… La subgerente administrativa… estamos bien, señor, muchas gracias. Un poco asustadas, nada más… No… No señor… (Pausa.) No. No sé. Ellos no están con nosotros… Los tienen en un baño… Estamos solas… Sí… bien… ¿Heridos? (Mira el cuerpo de Jesús y al Asaltante.) No sé… (Él le hace señas para que niegue.) Creo que ninguno señor… Al menos nosotros no hemos visto nada… Ni heridos ni muertos… No sé, señor… Sí, señor… Claro que sí… Muchas gracias, señor… Aquí está… Se lo voy a pasar…

Angeles le devuelve el teléfono al Asaltante.

ASALTANTE:
Lo dicho… De acuerdo… No… ya le dije que no… O aceptan nuestra propuesta o no hay trato… Háganle como quieran, pero aquí nos morimos todos… Ustedes deciden.

El Asaltante cuelga.

ANGELES:
¿Qué va a pasar?
ASALTANTE:
Dicen que lo van a pensar.

El Asaltante sale y cierra la puerta.

RITA:
Vamos a rezar para que lleguen a un acuerdo.
LAURA:
Que rezar ni que nada.
SEÑORA:
La policía y la carabina de Ambrosio. Mira, que ponerse a negociar con estos brutos.
ANGELES:
No se puede hacer otra cosa.
SEÑORA:
En Estados Unidos sería diferente.
MARIA:
Pues váyase a Estados Unidos, a que la asalten allá. Ándele.

Pausa larga.

ANGELES:
Ya, que los dejen ir.
RITA:
Tienes razón.


ESCENA VIII

9:50

Se abre la puerta y entra el Asaltante señala a Rita.

ASALTANTE:
Venga.
RITA:
¿Otra vez?
ASALTANTE:
Se va con nosotros.
RITA:
Yo no. Por favor, se lo ruego.

Rita llora.

ANGELES:
Tranquila. Rita. No te pasará nada. Te soltarán luego.

El Asaltante toma a Rita de un brazo y la jala.
María se acerca al Asaltante y le susurra algo al oído, el Asaltante mira a la Señora Warman. Se le acerca y la encañona.

ASALTANTE:
Salga.
SEÑORA WARMAN:
Pero, señor, ¿yo para qué?

El Asaltante las empuja.

ASALTANTE:
Órale.

Rita y la Señora Warman salen. El asaltante mira a María.

ASALTANTE:
Tú también.
MARIA:
(Tranquila.) ¿De veras?
ASALTANTE:
Vamos, rápido.

María sale detrás de los demás, el Asaltante va tras ellos. Salen. Cierra la puerta.


ANGELES:
Malditos…
LAURA:
¿Para qué te preocupas? El dinero está asegurado.
ANGELES:
¿A ti no te importa lo que pase?
LAURA:
Por mí, que se lleven todo. No voy a arriesgar mi vida por el dinero de los clientes… o de los dueños, que es lo mismo.

De la sucursal llegan gritos y ruidos.

VOZ DE HOMBRE:
¡Métanse o me los friego! ¡Métanse!

Se escuchan varios balazos. Silencio.

ANGELES:
Malditos rateros. Ojalá y los maten.
LAURA:
Quítate de la puerta.

Angeles mira con desconfianza a Laura. Esta intenta aparentar tranquilidad.

LAURA:
Ven, siéntate.

Angeles se sienta en la banca, junto a Laura.

LAURA:
¿Quieres un cigarro?

Angeles acepta. Ambas fuman.

ANGELES:
Tú no eres de aquí ¿verdad?
LAURA:
Soy de Toluca.
ANGELES:
Pensé que eras de Sinaloa. ¿Y tu familia? ¿Con quién vives?
LAURA:
¿Por qué tantas preguntas?
ANGELES:
Te ves muy tranquila.
LAURA:
Yo me sé controlar. Aunque no creas. Mira, mira como me tiemblan las manos.

ANGELES:
(Pausa.) ¿Y vives sola?
LAURA:
Sí.
ANGELES:
¿Y quién es la persona que te trajo en el coche negro, la semana pasada? ¿Un familiar? O tu novio.
LAURA:
Ya te lo dije la otra vez. Un amigo.

Angeles se levanta. Mira por la ventana.

LAURA:
¡Idiota! ¡Bájate!

Laura intenta bajarla, jalándole el vestido. Forcejean.

ANGELES:
¡Suéltame!
LAURA:
¡Bájate o le hablo! ¡No seas imbécil!
ANGELES:
El carro negro que está afuera es el mismo. Y el jefe de éstos es el tipo que me presentaste. Su voz se me hacía conocida.
LAURA:
¿Estás loca?
ANGELES:
Tú les abriste la puerta.
LAURA:
¿Qué te traes?
ANGELES:
Tú estás en esto.
LAURA:
Óyeme, óyeme…
ANGELES:
Pero así te va a ir.
LAURA:
Igual que a ti.
ANGELES:
(Ve el cuerpo del policía.) ¿Cómo pudiste…? Míralo. ¿No te duele verlo?
LAURA:
Claro que me duele. Pero yo no tengo nada que ver, así que mejor te sientas y te calmas.
ANGELES:
Desde que llegaste a esta sucursal tuve un presentimiento.
LAURA:
¿Ya párale, no? Te lo paso porque estás nerviosa. Que si no… me ibas a conocer de a deveras.
Angeles va a un rincón, cruza los brazos y mira fijamente a la pared. Pausa. La puerta se abre. Entra el Asaltante y mira el reloj.

LAURA:
(Se acerca al Asaltante.) ¡Mátala!
ASALTANTE:
¿Por qué?

Angeles los mira aterrorizada, separándose de ellos.

ANGELES:
Yo no vi nada. No diré nada. Por Dios…
LAURA:
¡Mátala!

Angeles se apoya en la pared del fondo. Laura sale. El Asaltante va tras ella. De pronto, se vuelve y tranquila y diestramente dispara una breve ráfaga de metralleta sobre Angeles. Sale y cierra la puerta. Angeles cae sobre la mesa y derriba la bolsa negra de morralla que se derrama por el piso. Angeles queda boca abajo, abrazando los cientos de monedas que brillan sobre el mármol.

ESCENA IX

10:06

De la bocina se desprende una música ambiental festiva y se escuchan las voces de dos locutores, hombre y mujer, que con tonos melodiosos e impostados alternan sus mensajes con puentes musicales.

VOZ DE HOMBRE:
Muy buenos días. Sea usted bienvenido a la banca electrónica.
VOZ DE MUJER:
Si quiere descubrir la más variada gama de servicios bancarios, venga a nuestra banca, donde usted y su empresa encontrarán los novedosos avances de la banca integral y la asesoría profesional de nuestros expertos financieros.
VOZ DE HOMBRE:
He aquí la clave secreta. El número confidencial de nuestra tarjeta maestra, que le ofrece atractivos rendimientos y disponibilidad inmediata, porque es un instrumento de crédito y al mismo tiempo de inversión.
VOZ DE MUJER:
Venga a nuestra banca y hablemos de finanzas.




                                                               FIN


4 Rascón Banda, Manos arriba, Sabor de engaño, la banca, Gaceta, págs. 179-250